Cuando uno se enamora locamente, es inevitable sentir que el cosmos ha urdido una especie de plan universal para hacer coincidir la infinitud de casualidades que le han llevado a esa relación concreta. Parte de la idealización requiere una validación cosmogónica del suceso. Poetizar lo que es una casualidad simple e incluso probablemente no tan casual es parte de la actividad profesional de algunos poetas. Como aficionado, no puedo evitar emularlo en mi blog. Aquí os lo dejo:
Si de todas las estrellas del firmamento,
solo ha nacido la vida en la nuestra
y ha erigido, como obra maestra,
un planeta azul que es un monumento.
Si hay tantos universos que se expanden,
y el nuestro aguanta y no se desgarra,
aunque falte la cuerda de una guitarra
para que inmensos aciertos se desmanden.
Si tantas vidas elegantes se perdieron
en la historia, y nuestros genes mezclados
que esquivaron ya peligros demasiados
para juntarnos hoy aquí se desvivieron.
¿Por qué destruyen esto ahora las dudas,
la coincidencia cósmica e infinita?
Si nuestro amor es la crónica escrita,
demos un beso celebérrimo al de Judas.






