Imagen creada con la herramienta DALL-E de OpenAI.
Chiquilla, eres un paisaje,
un paisaje navideño:
cálida, de chocolate,
y fresquita, que es invierno.
No sé ya como admirarte
pues te he gastado hasta el pelo
de observarte, de asombrarme
con tus escasos defectos.
¡Ay rubia! Rubita linda,
no sé qué es eso que tienes:
si tus ojitos azules
o tus sonrisitas tenues.
Se le pegó del verano
a tu cinturita esbelta
el venir de año en año
a danzar frente a mi puerta
y a cogerme de la mano.
El vaivén de tus caderas
siempre muda mi letargo
en fecunda primavera.
¡Ay rubia! Rubita linda,
no sé qué es eso que tienes:
si tus ojitos azules
o tus sonrisitas tenues.
En tus telúricos pliegues,
se patenta el magnetismo
de mis manos y tu vientre,
siempre fuerte y atractivo.
Quiero erosionar tu suerte
de convexos caminitos
con mis deditos inermes,
pulirte como al grafito.
¡Ay rubia! Rubita linda,
no sé qué es eso que tienes:
si tus ojitos azules
o tus sonrisitas tenues.
Deseo al vértice craneal
de tus apoyos, abrigando
mi voz y ahogándola en su mar
cristalino de abril a marzo.
Y en mi constante naufragar,
dejarte exhausta y a mi lado,
sonriente, ardiente y en paz,
cinta de un lacito de encanto.
Es todo lo que quiero, rubia.
Es lo que quiero… y no tengo.




