Imagen creada con la herramienta DALL-E de OpenAI.
La epifanía es una fiesta memorable hasta en verano. Es difícil no recordar el papel introductorio de las estrellas en cualquier inicio deseado. Al sol de la mañana le preceden las estrellas de la noche. A un partido de la Champions League también le precede un reguerillo de estrellas en el anuncio de apertura. Incluso el nacimiento debe venir precedido de un fulgor estelar, sino no entiendo porque todas las representaciones del nacimiento traen a un niño llorando vigorosamente y con los ojos cerrados como las persianas metálicas de las tiendas. Raíz de un ejercicio creativo de X os dejo este poema con el que espero no acabar estrellado.
Al sol preceden siempre las estrellas;
dirigen el camino de lo nuevo,
como en lo de la gallina o el huevo:
¿quién sabe si fue primo el Rey, o aquellas?
No de uno, seis pares eran las huellas
en la estrellada senda hacia el mancebo,
y su real regalo fue el relevo
de los reyes humanos sin querellas.
Los reyes del mundo vieron el día
en que emergió el soberano de todo:
así de simple fue la epifanía.
Parece conservarse solo un modo
de iniciar incluso la poesía:
eterna, la estrella abre el periodo.

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