No hay adolescente en este mundo que no se haya visto embriagado, alguna vez en su vida, por la rebelión que supone un nihilismo necesario. Así, protagonistas como Holden Caulfield se convierten en ídolos de masas, para los púberes con inquietud, semejantes a los vampiros iridiscentes o a las estrellas de un musical de baloncesto. Hay algo seductor en el caos y en la tortura cíclica condenada a repetirse. En esa etapa mía, no pude evitar encandilarme con algunas de las ideas de Nietzsche e intentar poetizarlas. Mi humilde intento no es más que el siguiente.
Voy de mal en peor
y vuelvo de nuevo al mal.
Sin suerte ando en esta vida
en un círculo fatal.
Se me hace bien aburrida.
Sin turbarse ni rubor
manda mi vida un tahúr
que me la tiene jurada
y parece un gran augur
pues gana cada jugada.
Se me olvida ya el amor,
todo lo cercano al éxtasis,
lo bueno ya es muy lejano…
Diciéndolo con más énfasis.
¡Tan infeliz, tan temprano!
Me achaca pronto el dolor
en mi espalda de camello.
Condenado a arrodillarme,
no seré un niño bello;
no sé crear ni crearme.
Aún siguiendo este tenor
debo seguir caminando,
cargando en mi piel rasguños,
y aunque siga tropezando
me arrastraré con mis puños.
Tal vez mi mucho sudor
y este eterno retorno
aplaquen alguna pena
al volverme sin trastorno
a tu lado, mi sirena.

0 comments:
Publicar un comentario