miércoles, 12 de noviembre de 2025

Aviones de papel

 


Imagen creada con la herramienta DALL-E de OpenAI.


Aún recuerdo nuestros juegos de niños.

Recuerdo cómo llegó a nosotros,

como arbóreo terciopelo reciclado,

el cuerpecito raso de nuestro vástago.

Y debatimos el método en que las simetrías

y los pliegues dan más vigor a los cuerpos,

haciéndolos más duraderos

y menos humanos.

Recuerdo tu mirar ilusionado, de soslayo,

al cederte la primera doblez de todas:

ese quedo pistoletazo de creación y de cambio.


Recuerdo su breve e íntimo bautismo 

entre las lluvias beis del otoño,

en que escribimos a resguardo de su ala: 

“para siempre”

y nos reímos como dioses desconocidos

que conocen el mayor de los secretos:

el de dotar de eternidad lo efímero.

“¡No somos barro, Creador! No lo somos.

Tu no nos has creado. Somos el torno

y el alfarero. Legislamos el desorden.”

Y reíamos, y susurrábamos, construyendo

un ovillo enredado de sonrisas y manos.


Y lo hicimos volar, como solo tú y yo supimos,

entre los nudos de sus hermanos. Más, más alto,

con su cuerpecito amarillo y reencarnado

domesticaba corrientes más pesadas que el destino,

como si eso no fuera ningún reto. 

Y volvía a tierra sin esfuerzo,

un suicidio obligatorio

celebrado por el reinicio del juego, 

la creación 

y el universo.

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