Durante un breve período de tiempo, intenté mantener la costumbre de elaborar un poema diario utilizando la palabra del día del diccionario de la Real Academia Española. Como siempre sucumbí a mi sempiterna pereza, pero logré mantener el hábito durante unos sorprendentes cinco o seis días. Estos poemas se escribieron con la premura inseparable al acto de producir un nuevo texto cada 24 horas y por lo tanto su calidad está a la altura de este inconveniente. Son más ejercicios de escritura automática que creaciones elaboradas. Pese a esto, la escritura de los mismos fue divertida y compartirlos aquí me parece una oportunidad de transmitir ese gozo.
Hundir mi rostro en brasa viva, saben
bien que es redentor, tostarme
el carrillo en rejas de alambre,
dolor, pintor, impecable tatuaje.
Quererme el mal me hace estable,
fuera el frío, llaga, me resarce.
Tráeme carbón, lumbre, hierro y hambre
entre los pongos de tu nuevo viaje.
Que se aprovecha todo del cerdo,
el rostro, la mejilla, la papada,
o ese es el tácito acuerdo.
Que mis adentros no valen de nada
pero algo bueno tiene el lerdo.
De mi cuerpo haremos parrillada.

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